
Recoge la vida del escritor Salinger y de cómo se tomó en serio su trabajo.
Su profesor de escritura y mentor (Kevin Spacey) le preguntó en una ocasión si estaría dispuesto a escribir el resto de su vida sin obtener nada a cambio: él, después de haber tenido un rotundo éxito con su novela El guardián entre el centeno (65 millones de ejemplares, traducido a 30 idiomas, cada año se publican 250.00 copias, considerada una de las novelas más importantes de este siglo), le dice que sí, que nunca más publicará… algo que cumplió.
Este mentor, con el que más tarde tendría sus desavenencias que acabarían solucionando de alguna manera, le enseñó que no existe nada más sagrado que los relatos: «La Biblia, el Corán, La Torá… Las historias contenidas en estos tres libros son tan poderosas que la gente cree que fueron escritas por Dios, tan grande es el poder que puede tener una historia». Aprendió de él, también, a que su voz no superara a la historia: es lo que convierte única a la historia, pero «si la sobrepasa, se convierte más en una expresión de tu ego que de la experiencia emocional del posible lector». La voz va después, lo que nos atrapa es la historia.
La segunda enseñanza que debe aprender el escritor es superar los rechazos: Salinger tuvo muchos hasta ver publicado su primer relato por 25 dólares. ¿Porqué quiere usted escribir, ser escritor? «Porque me enfado por muchas cosas. Cuando escribo, siento que hago algo al respecto y que digo lo que pienso. «Esta es tu motivación, explorar todo aquello que te hace enfadar así y convertirlo en una historia coherente».
En la película, es su madre la que le anima a que haga el curso de escritura y le dice que tiene mucho talento. Su padre y su hermana, en cambio, se muestran escépticos: «¿Qué te hace pensar que tienes algo que decir a la gente?». Es interesante el papel de su agente literario («lo importante es publicar»), sobre todo con el New Yorker, que le «obliga» a cambiar algunos aspectos de sus relatos: «Quiero escribir cuentos veraces, nada más. No quiero escribir como todo el mundo, quiero crear una nueva forma de escribir, sobre la sociedad moderna, donde el dolor de la existencia sea puesta a la vista de la gente de manera honrada».
Su profesor de escritura le anima a que no le venza la pereza y que las historias cortas de Holden se conviertan en una novela: «Imagínate el libro que te gustaría leer, y luego, escríbelo». Salinger toma parte del desembarco de Normandía (día D). Su paso por la guerra le deja numerosas secuelas pero le salva, reconoce, las historias que se imagina de Holden, el protagonista de El guardián entre el centeno. «Escribe sobre Holden, que sea tu mejor amigo». Más tarde, descubre el mundo yogi y la meditación. Ante el vacío de varios meses sin escribir, su nuevo mentor (yogi) le saca del pozo: «¿Escribes para presumir de talento o para expresar qué hay en tu corazón?» . En el New Yorker le dan también algún consejo: «Explicas demasiado. Confía en que el lector entenderá».
En medio de un retiro en la naturaleza, acaba la novela. No quieren publicarla: «Holden odia a todos, es demasiado sarcástico». Otra editorial la publica y se convierte en un éxito. Pero para él «la única preocupación del artista es apuntar a algún tipo de perfección según sus términos, no los de otros».
Medio retirado -en la ciudad todo distrae-, decide escribir pero no publicar más: «Escribir es mi religión, publicar interfiere en la meditación, la corrompe…».
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