
El autor, Jay W. Richards, se plantea en la Introducción si un cristiano puede ser capitalista, un sistema económico donde rige el imperio de la ley y de la propiedad privada y en el que la gente puede intercambiar libremente bienes y servicios.
Por qué el capitalismo es la solución y no el problema, es el subtítulo del libro.
Para contestar correctamente a las preguntas que un cristiano quizás se plantee (¿podemos construir una sociedad justa?, ¿si me hago rico, se hará pobre otro?, ¿no está basado el capitalismo en la codicia?…), hay que separarlas de los errores económicos comunes que se pueden reducir a ocho mitos:
1. ¿No podemos construir una sociedad justa? El Mito del Nirvana: comparamos el capitalismo con un ideal irrealizable (como el experimento comunista de intentar de manera secularizada -sin Dios, ni pecado, ni Jesús…- establecer el Reino de Dios en la tierra) en vez de hacerlo con sus alternativas reales.
En El libro negro del comunismo se detallan los muertos del comunismo en el siglo XX: China (65 millones), URSS (20 millones), Corea del Norte (2 millones), Camboya (2 millones), África (1.7 millones), Afganistán (1.5 millones), Vietnam (1 millón), Europa del Este (1 millón), América Latina (150.000).
Entonces, ¿no podemos edificar una sociedad justa?: «Debemos hacer todo lo que podamos para crear una sociedad más justa y un mundo más justo y la peor forma de hacerlo es tratar de crear una utopía igualitaria». La planificación central es imposible: es el mercado quien proporciona la información necesaria, la oferta y la demanda. En el socialismo hay igualdad: todos igual de pobres. La riqueza mundial no es una tarta a repartir como dicen los socialistas, no es fija, puede crecer.
2. ¿Qué haría Jesús? El mito de la Piedad: nos centramos en las buenas intenciones en vez de las consecuencias involuntarias de nuestros actos: la renta básica («El hecho de que Washington fije un salario mínimo no significa que un empleador pueda pagarlo y esta es la razón por la que los países con altos salarios mínimos, como Francia, tienden a tener un paro más alto que los países con salarios mínimos bajos (como los Estados Unidos); el comercio justo; la ayuda exterior («Cuando se trata de ayuda externa, desgraciadamente, lo que sucede es, generalmente, que hace daño»); el bienestar gestionado por el gobierno («Un gobierno centralizado sabe menos de los problemas individuales de lo que saben prácticamente todos los que están más cerca del problema»). Posible violación del principio de subsidiariedad, uno de los principios rectores de la doctrina social de la Iglesia. Nadie mejor que la sociedad sabe lo que tiene que hacer: no hace falta que un funcionario pierda tiempo planificando lo que tiene que hacer cada uno.
3. ¿No fomenta el capitalismo la competencia desleal? El Mito del Juego Suma Cero: creemos que al comerciar uno gana y otro pierde. Y no es así: el comercio hace incrementar el valor aunque los productos no cambien; cuando se comercializa libremente, cuantos más socios comerciales mejor; el libre intercambio es un juego de gana-gana; el gana-gana se debe a las reglas fijadas de antemano; la escasez es casi siempre real; hay costes de oportunidad; el valor económico se encuentra en los ojos del observador, no en lo que cuesta producirlo. Se fija por la ley de la oferta y la demanda. Un mercado libre no garantiza que todos ganen: solo que es el sistema donde más se gana-gana. La propiedad privada y su respeto es el que más ha hecho progresar a los países occidentales. El libre mercado necesita leyes y un gobierno que las haga cumplir: el gobierno no está para planificar: esto induce al hambre y a muertos. El socialismo no se adecúa a la condición humana y aliena a la gente de su interés propio.
4. Si me hago rico ¿no se hará otro pobre? El Mito Materialista: creemos que la riqueza no se crea, solo se transfiere. A imagen de Dios, creamos, somos co-creadores. La nueva riqueza «no viene solo de la materia, sino de cómo la representemos, informemos y transformemos». La riqueza solo se crea en circunstancias adecuadas. Como la «riqueza es creada, la cantidad total de riqueza no está fijada. Mi riqueza no tiene por qué causar tu pobreza». ¿Los pobres viven mejor que antes?, es la pregunta.
5. ¿Acaso no se basa el capitalismo en la codicia? El Mito de la codicia: creemos que la esencia del capitalismo es la codicia. Así como los malos actos individuales pueden llevar a buenos resultados sociales, los motivos privados no determinan los resultados. «La competencia entre empresarios en una economía libre se convierte, por tanto, en una competencia altruista, no porque los empresarios tengan un corazón cálido o no les preocupe la riqueza personal, sino porque tratan de cumplir los deseos de los demás mejor de lo que lo hacen sus competidores». Edison: «Averiguo qué necesita el mundo… y luego paso a inventarlo». El capitalismo empresarial requiere todo un ramillete de virtudes. EEUU es el país con más donaciones. El dinero para un empresario capitalista es un medio, no un fin. El empresario arriesga, crea empleo. En el corazón del capitalismo está el hombre, no el mercado ni el propio sistema. Por eso, la economía no es una ciencia exacta en la que se pueda predecir. Se necesita una sociedad libre porque con libertad hay creatividad.
6. ¿No se ha opuesto siempre el cristianismo al capitalismo? El Mito de la usura: creemos que trabajar con dinero es inherentemente inmoral o que cargar interés por el dinero es siempre explotador. En la parábola de los talentos Jesús arremete contra el último: «Siervo malo y negligente, ¿sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí? Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses». Contempla pues «el riesgo, la inversión, el interés bajo una luz positiva y confía en que sus oyentes también lo hagan. Describe a la empresa como productiva, no explotadora y el dinero como fértil, no estéril». El capitalismo no fomenta el consumismo, al revés: necesita ahorrar para poder invertir.
7. ¿No lleva el capitalismo a una fea cultura consumista? El mito artístico: confundimos juicios artísticos con argumentos económicos: consumismo, glotonería… pero el sistema no determina las decisiones que la gente tome. «El capitalismo no es aquí el culpable. El culpable es la visión del mundo materialista que ha infiltrado casi todos los rincones y grietas de la cultura occidental, una visión del mundo que insiste en que la «belleza» no tiene ninguna base objetiva en la realidad. Donde quiera que encontremos influencia de la visión del mundo materialista, encontramos fealdad».
8.¿Vamos a agotar todos los recursos? El mito del marco congelado: creemos que las cosas siguen siendo siempre igual, como que la tendencia de la población continuarán indefinidamente o tratar un recurso natural actual como si siempre se fuera a necesitar. «Tememos que se estén agotando los recursos porque los imaginamos meramente como una cantidad finita de algo físico. Pero no es así. No sabemos los recursos que hay. Creamos recursos». Juan Pablo ll, en la Centesimus Annus dijo: «Ciertamente, aparte de la tierra, el principal recurso del hombre es el hombre mismo. Su inteligencia le capacita para descubrir el potencial productivo de la tierra y las muchas y diferentes formas en la que pueden satisfacerse las necesidades humanas». La economía de escala abarata precios y así acceden más personas a productos que si no serían exclusivos.
Aliviar la pobreza solo es posible creando riqueza, y el mejor motor para crear riqueza es el capitalismo.
Un resumen para crear riqueza y eliminar la pobreza:
1.- Establecer y mantener el imperio de la ley.
2.- El gobierno deber estar para garantizar el cumplimiento de la ley, tener muy limitado el poder sobre la economía y la sociedad civil.
3.- Un sistema claro de propiedad que sea fácilmente accesible.
4.- Alentar la libertad económica, el libre comercio, impuesto bajos.
5.- Fomentar familias estables.
6.- Fomentar que la vida tiene sentido.
7.- Fomentar costumbre culturales correctas, no utopías. El ahorro y el sacrificio tienen sus recompensas. Ser diligentes y sobrios. La disposición al riesgo y el respeto a la propiedad.
8.- Comprensión adecuada de la riqueza y la pobreza. La riqueza se crea. El comercio es ganar-ganar. El riesgo es esencial para la empresa. Los compromisos son inevitables. El éxito de uno no tiene porque ser a costa de los demás y se puede buscar el interés propio y el bien común a la vez.
9.- Centrarse en la ventaja competitiva en lugar de proteger lo que solía serlo.
10.- Trabajar duro.
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