Diario de un náufrago

Renacer en Pardomino

A primera hora, aún medio dormido, mientras saboreo una infusión de frutos del bosque, me vienen imágenes confusas a la cabeza; no sé si es el sueño lúcido que tuve anoche o el recuerdo de algo que viví hace bien poco. Quizás sean imágenes más antiguas, de hace un año o así. No sé. Y veo a ocho druidas en busca de un renacer.

Son las once de la mañana de un día soleado cuando, guiados por la Gran Druidesa Pas Caroline, hacemos unas paradas para beber de dos fuentes, de hierro y termal.

En su elemento, La Cuidadora de los Círculos de luz de León nos sugiere traspasar cualquier inquietud que tengamos al agua recién recogida y que sostenemos embotellada en nuestra mano izquierda.

Y, con la debida autorización, veo cómo -«Si estoy aquí es por algo»- ocho almas -«¿Qué entendemos por alma?»-se adentran juguetonas por el bosque de Pardomino, una de las cinco zonas de reserva del Parque de los Picos de Europa, el «de los 365 valles y 365 arroyos», situado entre Boñar y Puebla de Lillo.

Es día 13, eso seguro, que es cuando, «usando los cuatro elementos, tenemos la posibilidad de comenzar de nuevo». Y veo a los/las druidas disfrutando del momento, sin prisas, que no hay que llegar a ningún sitio. Contemplamos las hayas, los abedules y los robles élficos. Jugamos con el gnomo petrificado…

Y revivimos las primeras horas de nuestra existencia como fetos en el Árbol-Vientre del Renacimiento: estamos celebrando la fiesta celta de Imbolc (En el vientre de la Madre), en mitad del invierno, cuando los días se hacen más largos.

-Deberíamos celebrar, a parte del nacimiento, nuestra concepción.

-Pero no tenemos la certeza total del momento…

Y los veo mientras practican musgoterapia. Y mientras pisan tierra descalzos, que es otra posibilidad.

Y abrazan abedules y hayas…

Y, en silencio, escuchamos qué quieren decirnos la curruca capirotada y el carbonero palustre en su reclamo. Y el arroyo Pardomino. Y damos un sorbito al agua que cogimos por la mañana que, poco a poco, también nos va transformando.

Y, antes de llegar a lo alto, encontramos el roble centenario que también quiere jugar. Y lo hacemos, claro.

Y, en la cima, ese grito desgarrador que saca de las entrañas todo lo que uno lleva dentro. Y que libera. Y que sana. Y que transforma.

Y, en este camino de renacimiento, la Gran Druidesa nos sugiere regresar en parejas, al azar, contándonos recuerdos de nuestra infancia. Y, obediens, lo hacemos.

Y andamos tan emocionados que nos saltamos el desvío. Regresamos al buen camino («Qué fácil perderse con tantas palabras») y, como Jóvenes Castores, hacemos la obra buena del día y lo señalamos. De bajada, la marcha se hace más ágil, quizás por la charla sanadora que quitó peso.

Y veo a los ocho druidas-niños jugando con un boomerang («Como la vida, de ida y vuelta»), con una pistola de perdigones («¿De dónde te viene…?»)…

Con un frisbee («Prolongación del brazo, no de la muñeca»), a la comba…

Mientras, se prepara el caldero que cura almas rotas… cerquita de donde en su tiempo Ordoño ll fundó el Monasterio de San Andrés de Pardomino.

Después, y como si de una liturgia se tratase, en círculo y rodeando al caldero mágico, nos tiramos unos a otros, con decisión, un ovillo mientras gritamos alguna palabra que nos recuerde a la niñez: «¡Libertad!, ¡juego!, ¡inocencia!, ¡trastadas!, ¡Nutribén!». «Cada uno de nosotros sostiene al otro y se sostiene en el otro». Luego, quemamos en purificación (Imbolc también es La Purificación de la Virgen María) el ovillo en el caldero.

Entre risas, bebemos la pócima del nuevo despertar, elaborada con la esencia de hierbas sagradas: crataegus, sambucus, rosa canina, visco, rosmarinus, viola odorata y mandrágora.

Luego, invocamos en una plegaría-súplica a Santa Brígida (Imbolc se asocia a la Candelaria y al Día de Brigitte) con el poema de Sandra Román.

«Ven a beber de mis aguas sagradas, la inspiración que necesitas. Zambúllete en mis transparencia sanadora y arde en el fuego de mi belleza. Fúndete en el calor de mi fragua y sal de mi aletier transformada en una joya.

Prueba mis hierbas sagradas para despertar tu propia medicina. Yo soy la diosa que alimenta la poesía y la verdad, la salud y el canto. Soy Brighid la Dorada. No dejes que mi llama se extinga jamás. Ni permitas que sea arrebatada del hogar de tu corazón».

Entonces, entonamos «El Eterno sol» y danzamos en círculo con la mano derecha en la espalda media del druida de nuestra derecha y la mano izquierda en las lumbares del que está a nuestra izquierda.

Sin embargo, sonriendo, estas imágenes se disipan, pena, cuando escucho el teléfono: es la llamada de algún inversor que quiere comprar bitcoin o un fondo de inversión de hidrógeno…

Y termino mi infusión de frutos del bosque dudando si todo ha sido un sueño lúcido, eso sí; o quizás algo que ocurrió en otro tiempo, hace dos días, el 13 de febrero, o tan solo un recuerdo más lejano, quién sabe, tal vez de hace un año. O así.

La celebración de Imbolc, como camino para volver a casa, en palabras de Gabriela Robles.

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