Como estamos a finales de enero -Acuario, cuarto chacra corazón, anahata,- y guardando las debidas medidas de prudencia, un microgrupeto de amigos escogimos un día lluvioso -sábado 23- para reconstruir una rueda de energía, de agua, en mitad del río Esla a su paso por Valencia de Don Juan. Como recientes descubrimientos han demostrado que por aquellos contornos anduvieron los vacceos en la primera Edad de Hierro, algunas druidesas se ataviaron para la ocasión. Después de casi llegar a un estado de congelación de pies, indigno de la hazaña realizada, y a pesar del «tú tranquilo, respira profundo» y del masaje ad hoc de Eli, soltamos todo lo que llevábamos dentro con un grito huracanado que hizo temblar las ruinas del castillo y que escucharon en Camas, bien conocido por Popeye. El primer Círculo de energía en el que participé, que también lo es de sanación, fundamentalmente poniendo piedras, escuchando de pleyadianos y lemurianos y conversando con gente de Orión, fue en la Candamia. Son cuatro los que nos sirven para sanar en León: al norte, el de Camposagrado, de Tierra; al sur, el de Valencia de Don Juan, de Agua; al este, en la Candamia, de Fuego; y al oeste, el de la Virgen del Camino, obviamente, de Aire.



Después de un rico aperitivo de queso y fino La Ina y de un almuerzo energético, bien acompañados por infusiones de tomillo y melisa y, sobre todo, por la presencia de Kuan Yin, una de las figuras más amadas en Oriente por ser «una de las pocas mujeres intercesora junto a la Virgen María», y al calor de la chimenea, pasamos la tarde más que entretenidos. En primer lugar, con un ejercicio de energía: se trataba de pensar en cinco personas, incluidos nuestros padres, y «equilibrar» las energías con ellos; después de recordar conversaciones o hechos significativos, o sanar si fuera necesario, girabas la cabeza de derecha a izquierda inspirando -devolviendo tu energía- e expirando -devolviendo su energía-, en una especie de «recapitulación» o «respiracion que lo barre todo», bebías un sorbito de infusión y hacías un nudo en una cuerda de estraza. Al finalizar el proceso, tiramos la cuerda a la chimenea. Después, realizamos un ejercicio de pintura automática (sin pensar, fácil) al hilo de una música que bien pudiera haber salido de Apocalypto. Como en uno de los capítulos de House of cards, decidimos, imitando a unos monjes budistas, destruirlos al fuego: lo importante es el proceso. Finalizamos con una práctica de Acroyoga y masaje tailandés de la mano y sabiduría, de Javier. Como despedida, la Gran Druidesa, PAS Caroline, nos regaló una bolsita de muérdago. Castigados, -«¡en casa a las 20.00h!»-, salimos de Fresno de la Vega a una hora prudente. Hacía tiempo que no me reía tanto. Y tan seguido.



Categorías:Diario de un náufrago