julio 2020
Después de meses, me hacía especial ilusión volver ver a David; y donde trabaja como párroco en tres iglesias desde hace ya dos años. Quedamos Luis José y yo el viernes por la tarde y pusimos rumbo en nuestro google maps hacia Avilés. El viaje se nos hizo cortísimo entre Peñacorada y Renta 4, y Hakunas y Josepes. Cuando vi a David no le abracé: en este tiempo raro que nos toca vivir nunca sabes cómo afecta el miedo a los demás. Nos enseñó su casa que, a imagen de Estocolmo, estaba rodeada de bosque. Olía bien y en seguida apareció la señora, territorialista: la Lola. Quise jugar con ella: «Cuidado que araña». Y nos dimos una vuelta: sidrina y chorizo, humedad, saludo a otro sacerdote. «Os invito: todo pescado». Y estaba buenísimo.


La copa de después no tanto: «Cuando vengas a León ya te enseñaré un par de sitios donde…» Y nos dieron las dos, y las tres. El sábado salió tormentoso, pero mejoró.

Tomamos un café-un agua-una tónica en Pravia y paseamos y comimos en Casa Mari, donde Iván, en Cudillero.

David le había casado en noviembre, como demostraba un vídeo de nueve minutos que nos enseñó: «Celébralo todos los años, no hay que esperar a las bodas de plata». Y entre ensalada de la casa (con bonito), pulpo a la plancha, ventresca de bonito («este año vino muy bien, no os la perdáis»), unos ruedas y postres caseros la conversación, un tanto clerical para mi gusto, fluyó.

Y hablamos del fin del mundo y del fin de los tiempos, que no es lo mismo; y de las apariciones de la Virgen en Garabandal y en Medjugorje; y del futuro del Opus Dei y del cristianismo; y de psicólogos PAS (Personas altamente sensibles); y de la familia y del sobrino de Luis José que se ordenará pronto de diácono; y de mi kundalini yoga y los círculos de sanación: «No sé si te estarás metiendo demasiado en estos temas»; y de la amistad sincera y la manipulada; y de los carismáticos y de la energía, que a dos de tres se nos antojaba muy similares; y de bienquedas y malquedas; y de cómo rezamos; y…
Volvimos a Avilés que David tenía que celebrar en Santa María Magdalena. La parábola de la semilla caló de manera especial viniendo de su boca. Y nos dejó, «que tengo que celebrar otra misa y luego tenemos cena con el Obispo». ¿El viaje de vuelta? Estupendo.
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