agosto 2020
En estos días en Zufre qué no ha pasado. Desde la llegada antes de tiempo del clan Cercas-Notario por un fallo mecánico de una furgoneta agotada por un largo viaje desde Colunga – ¡y con dos adultos (y qué adultos) y cuatro niñas!-, hasta el intercambio involuntario de ropa, cargadores y ebooks que hemos descubierto -tardíamente- después de que todos, salvo mi madre y yo, hubieran abandonado, cobardes, el barco. Nos reunía el funeral-misa de acción de gracias de mi padre este viernes 14 de agosto, justo cinco meses después de su fallecimiento.
La Iglesia de la Purísima Concepción estaba reluciente, vestida de fiesta. Oficiada por mi hermano Joseito -homilía preciosa, as usual, y acompañado al órgano por Victorio y por el coro- mi madre y mis hermanas se conmovieron. Al terminar, unos recordatorios (Reina y Señora, Madre y Abogada nuestra. Esos tus hermosos ojos, a nosotros siempre vuelva) y una despedida a la Virgen de los Dolores (Mi corazón te llama y te necesita, no me abandones nunca Virgen Bendita). Los padres de Reyes marcharon pronto, que se hacía de noche y venían de lejos. Después, ya en la terracita de casa, pasamos un rato agradable de picoteo –Cruzcampo, tortilla, secreto, carne asada, jamón, queso pestoso- con unos amigos de David y Reyes y unas amigas de Suspiros: una de ellas nos contó de su experiencia de dos años en Hong-Kong. Y, hasta que se fueron todos (sábado, lunes), miles de micro conversaciones; con Cristinita, que se está animado a escribir un diario de escritora, que empieza a notar la diferencia de edad con el resto y que me emplaza a que nos comuniquemos vía Hangouts; con Marta, que tiene claro qué quiere ser de mayor (oculista, peluquera, maestra de niños) y dónde y cómo vivir y que me anima a que escriba cuentos para niños; y con Reyitas y Rori, que aún conservan los regalos que les di en Asturias.
Y con el resto de la familia, claro: de las PAS (Personas altamente sensible), y del libro de Rafael Pardo; y de Originales de Adam Grant y de cómo los inconformistas mueven el mundo. Y descubrimos uno de los lemas vitales de Joseito: «Yo, desde hace tiempo, a todos digo que sí. Después…». Y las discusiones con David que aún se sorprende de lo que es-hace o no un numerario del Opus Dei; y tuvimos tiempo para una intensa sesión de kundalini yoga, con Reyes, en la terracita de la primera planta, con vistas de postal. Y para jugar a la pocha, que perdió Joseito (en penitencia, nos invitó a comer en el Paseo el domingo, baratísimo), que ganó -milagrosamente- Reyes: «después de varios días, empiezo a conocerte», me dijo aún no sé bien por qué. Y para hablar del vídeo de Youtube Construir la familia, donde se narra, entre otras, la historia de un padre que, por un descuido suyo, ve cómo muere su hijo y cómo su mujer, desde el primer momento, le perdona. Y para firmar papeles, venga papeles, que parece que no se terminan nunca. ¡Vida & Papeles! Menos mal que gana la vida.
Días intensos donde doce galaxias hemos convivido estrechamente que en algunos momentos la casa parecía el camarote de los hermanos Marx. Si otros tienen París, a nosotros siempre nos quedará esas noches de terraza en Zufre, al fresquito, rodeados de estrellas -«Ahí está la polar, tu padre, que me viene a saludar cada noche»-, y de recuerdos familiares, con la compañía, por supuesto, de los «mojitos especiales» de David y el «agua de Zufre» de Joseito.


Categorías:Diario de un náufrago