Me preguntó Esther la semana pasada qué había entre Dios y yo. Y le dije que una conversación, y que en esa conversación había mucha gente, que andábamos de tertulia amigable:
Con Joaquín, Chicho y la Hermana Silvia, que hablamos durante meses de casi todos los microrrelatos, y hubo risas y algún cabreo, y diferentes miradas (…).
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