
Como no podía ser de otra manera, llevamos desde comienzo de año con mucha volatilidad en los mercados financieros fundamentalmente por el conflicto Rusia-Ucrania. Esta volatilidad es parte inevitable e indisoluble de la inversión, resultado de reacciones (excesivas) de los inversores a los cambios económicos, políticos y empresariales. Tener claro este concepto es vital de necesidad para no reaccionar emocionalmente y seguir centrados en nuestros objetivos a largo plazo. Ya nos lo advierte Warren Buffett, un gran inversor: «A menos que puedas ver cómo tus inversiones en acciones pierden un 50% sin caer en pánico, no deberías invertir en bolsa».
A largo plazo, el riesgo bursátil suele obtener recompensa. Por eso siempre hablamos de no hacer demasiado caso al ruido del corto plazo que distorsiona. Si vemos un gráfico a largo plazo, las pérdidas bursátiles suelen dar paso a rebotes hasta nuevos máximos: de la euforia, se pasa a la sorpresa, al nerviosismo, al pánico, para entrar después, otra vez, en la esperanza, en el optimismo y en la euforia: las correcciones del mercado suelen crear oportunidades atractivas.
Por otra parte, como comenté la semana pasada, se debe evitar salir y entrar en las inversiones, pues perderse los mejores días del mercado puede afectar considerablemente las rentabilidades a largo plazo: esto lo comprobamos en el S&P 500, en el CAC 40, en el DAX o en el Nikkei 225.
Según recuerda Peter Lynch (Fidelity): «Todo el mundo tiene la capacidad mental para ganar dinero en la bolsa, pero no todo el mundo tiene estómago. Las personas susceptibles de venderlo todo en un momento de pánico deberían evitar totalmente las acciones y los fondos de inversión».
Una manera clara de reducir el riesgo, que siempre existe, es invertir a través de buenos fondos de inversión que por su propia naturaleza ya diversifican en acciones o en bonos y siempre conforme a nuestro propio perfil de riesgo. Si somos conservadores, en torno a un 80%-85% en fondos de gestión alternativa –incluyendo algo de materiales preciosos que descorrelacionan la cartera de inversión– dejando el resto para la renta variable, el activo más rentable «a largo plazo».
Así pues: Mirar al largo plazo, aprovechar las correcciones puntuales e invertir en fondos de inversión bien gestionados, claves para obtener interesantes rentabilidades y alcanzar nuestros objetivos financieros.
Categorías:Artículos financieros